Conductor mató antes y lo hizo de nuevo: La justicia le dio solo dos meses de detención preventiva

Se conoció más detalles respecto al accidente con muerte de una mujer ocurrido en la ruta 9,  se aclaró que en el lugar no existen nada de arbustos, y que el conductor es responsable del 99% del suceso de acuerdo al informe preliminar policial

Era viernes 20 de junio cerca de las 08:00 am., pero no era distinto a otros, pues las calles no presagiaban tragedias ni los pasos tenían apuro. Yaneth Yenny Estrada Ríos, de 59 años, caminaba de la mano de su esposo Edgar Urzagaste Areco por la Ruta 9, como quien vuelve a casa con la esperanza colgada al brazo y el cansancio del día marcando el ritmo.  La pareja cruzaba la carretera a la altura del ingreso a ASPROBAN, donde no hay semáforos ni pasos peatonales, solo intuición y suerte. Lo hacían con calma, confiando, como confía el que no tiene nada que temer. Y entonces apareció la muerte disfrazada de velocidad.

Una vagoneta blanca de servicio público, Toyota con placa 2595-GDT, irrumpió en escena a 170 kilómetros por hora —según relató un testigo catedrático del Instituto Tecnológico que intentó seguirlo, sin éxito— Pedro Ancelmo Flores Sánchez conductor, no frenó, no desvió, no reaccionó. Simplemente los atropelló por invadir carril. A Edgar lo rozó y lo dejó en el suelo con las costillas adoloridas, la ropa cubierta de tierra, los ojos al borde de la incredulidad. A su pareja la lanzó más de 20 metros, la sacó del asfalto y la vida.

No hubo milagros, solo consternación y el médico forense Víctor Morales Graz que se constituyó al lugar con la fiscal y policías dictaminó con frialdad: traumatismo torácico cerrado, politraumatismos. Un diagnóstico seco para una muerte que dolió como un relámpago directo al pecho.

Los investigadores  de la División de Accidentes llegaron con sus metros y cámaras, tomaron fotos, delimitaron la escena y levantaron el cuerpo. Para entonces, Edgar ya sabía que su vida no sería la misma. No por el dolor físico, sino por el hueco irreversible que se abría junto a él.

—Él la mató. Yo se lo dije, se lo dije en la cara: «Usted mató a mi esposa», cuenta Edgar, todavía con la voz hecha trizas, mientras espera justicia en medio de trámites, lágrimas y noches sin sueño.

El conductor no prestó auxilio. No se bajó. No gritó. Solo se rindió al procedimiento legal cuando ya era imposible huir. ¿Y la ley? La ley dudó. Lo detuvo, sí. Pero por apenas dos meses de prisión preventiva en el penal de El Palmar. Aunque el Ministerio Público pidió seis meses, argumentando reincidencia pues el 2018 había atropellado  y provocado la muerte de una joven de 18 años, por lo que había riesgo de fuga y obstrucción, por tal el juez fue menos severo.

“Quiso arreglarlo”

Horas después del accidente, Flores buscó al abogado de Edgar. No para pedir perdón. No para explicar. Fue, dicen, a ofrecer «un arreglo». A hablar de SOAT, como si la muerte de esta mujer se solucione con papeles y dinero.

Están endeudados y el costo para su tratamiento es mucho

Edgar sigue en duelo. No lo atendieron en el hospital la noche del hecho, tuvo que quedarse en la morgue, junto a su esposa sin vida. Después, un especialista detectó fracturas en sus costillas. Lesiones que no son solo físicas, sino morales. Porque, además, cargan con una deuda económica, una edad que ya no permite comenzar de nuevo, y un silencio estatal que es peor que cualquier sentencia.

“Ella no era solo una víctima”

Yaneth no era una cifra más. Tenía rostro, voz, historia. Era madre, vecina, compañera de caminatas. Y ahora es un recuerdo más en las estadísticas de muertos en carretera, esa epidemia que no da tregua en Bolivia.

Edgar, con sus 65 años a cuestas, camina ahora solo por esa misma ruta. Sabe que el auto invadió carril, que había visibilidad suficiente para evitar el choque, que la responsabilidad es del 90% del conductor, según los informes. Pero eso no le devuelve a Yaneth. No le quita el frío en el pecho ni le borra la imagen de su esposa en el suelo y sin alma.

Comparte el post:

Scroll al inicio