Willam Octavio Flores/EL ANDALUZ
En las afueras de Tarija, el barrio 11 de Enero se erige como un testimonio de resistencia y abandono institucional. Clarisa Acuña Romero, presidenta del barrio, junto con Victoria Ochoa, una vecina de la tercera edad, comparten la cruda realidad de vivir en una comunidad prácticamente autónoma, donde los servicios básicos y la seguridad son una lucha diaria.
El barrio, hogar de apenas diez familias, enfrenta desafíos que van desde la falta de alumbrado público hasta la ausencia de un sistema de recolección de basura. “Mi preocupación ahorita es la seguridad de mis vecinos”, expresa Acuña Romero. La oscuridad que envuelve al barrio por las noches se ha convertido en un aliado involuntario de la delincuencia, obligando a los residentes a implementar medidas de seguridad poco convencionales.
Cada familia posee un promedio de cuatro perros, que funcionan como un sistema de alerta improvisado. “Ellos son nuestras alarmas”, explica la presidenta del barrio. Esta estrategia, aunque efectiva, subraya la ausencia de una presencia policial regular. Los vecinos han llegado al punto de tener que enfrentar a los delincuentes por sí mismos, habiendo logrado capturar a mal hechores en dos ocasiones.
La inseguridad no se limita a las horas nocturnas. Acuña Romero relata cómo incluso en plena luz del día se han registrado robos. “A mi vecina le han robado dos veces, a otra vecina la han robado una vez”, comenta, evidenciando la vulnerabilidad constante en la que viven los residentes.
El manejo de residuos es otro desafío significativo para el barrio 11 de Enero. Al no contar con un servicio de recolección de basura, los vecinos se han visto obligados a adoptar prácticas como la quema de desechos y el compostaje. “Nosotros con la basura lo quemamos”, explica Acuña Romero, añadiendo que realizan reciclaje de residuos orgánicos para producir abono.
El acceso al agua potable, un derecho humano básico, ha sido una lucha constante para la comunidad. Hasta hace poco, dependían exclusivamente de un pozo compartido. Gracias a las gestiones de Acuña Romero, se ha logrado la instalación de una matriz de agua de Cosaalt en dos calles del barrio. Sin embargo, la falta de una planimetría oficial del barrio complica la expansión de este servicio vital.
Victoria Ochoa, una residente de la tercera edad, añade otra capa a la problemática del barrio: la falta de transporte público. “No hay transporte público, no pasa micro”, lamenta Ochoa. Esta situación afecta particularmente a los adultos mayores y personas con discapacidad, quienes deben esperar largos períodos por un taxi o caminar largas distancias para acceder al transporte público más cercano.
Sin embargo, esta autonomía forzada no debería ser la norma. La situación del barrio 11 de Enero pone de manifiesto la necesidad urgente de atención por parte de las autoridades locales