Natalia López/El Andaluz
La tensión entre Bolivia y Argentina se intensificó después de que la Oficina de la Presidencia Argentina cuestionara públicamente la veracidad de un presunto intento de golpe de Estado en Bolivia. En respuesta, la canciller interina boliviana, María Nela Prada, convocó al embajador argentino recién designado para expresar un enérgico rechazo a las declaraciones de Buenos Aires. Esta medida fue acompañada por la convocatoria en consulta del embajador boliviano en Argentina, subrayando la seriedad del desacuerdo bilateral.
Las declaraciones de la Oficina del Presidente argentino, Javier Milei, fueron rápidamente criticadas por la Cancillería boliviana como inamistosas y temerarias. Este intercambio público exacerbó las divisiones entre ambos países, alimentando un debate político sobre la interpretación de los eventos recientes en Bolivia, incluyendo un controvertido incidente militar en La Paz.
El intento militar, protagonizado por excomandantes ahora detenidos, fue presentado por el gobierno boliviano como un fracaso gracias a cambios en el Alto Mando Militar y una respuesta presidencial rápida. Sin embargo, la interpretación de estos eventos como un «autogolpe» por parte de algunos políticos bolivianos, como Evo Morales, añadió un matiz adicional a la crisis política interna, generando críticas y apoyos divergentes dentro del panorama político boliviano.
En conclusión, lo que comenzó como una controversia diplomática por declaraciones oficiales ha evolucionado hacia un debate más profundo sobre la estabilidad política en Bolivia y la percepción de los eventos recientes, exacerbando las tensiones entre los gobiernos de Argentina y Bolivia y subrayando las complejidades de las relaciones bilaterales en la región.