La virulencia de un agente infeccioso se entiende como un grado de patogenicidad. Entendemos que algo es patógeno cuando es capaz de producir una enfermedad o un efecto nocivo. Para que el agente infeccioso sea patógeno se necesitan dos elementos: el agente infeccioso y el hospedador del mismo.
El poder de una nueva variante
La virulencia intrínseca del SARS-CoV-2 depende de su potencial para replicarse en las células que infecta, para evadir nuestra respuesta inmune y para inducir un tipo de respuesta anómala que desencadena la covid-19.
Entre los elementos de virulencia intrínsecos del virus encontramos dos tipos de proteínas: las estructurales, presentes en la partícula viral, y las no estructurales, que sólo se producen durante el proceso de replicación del virus en la célula infectada.
Este proceso implica una interacción y manipulación muy efectiva de proteínas y procesos celulares por parte de las proteínas virales. Por ejemplo, la proteína S, que interacciona con el receptor ACE2 o la proteasa PLpro, que corta y sirve para madurar distintas proteínas del virus, así como cortar e inactivar algunas proteínas celulares clave. También ORF3b y Nsp14, que están implicadas en la inhibición de las defensas mediadas por la autofagia, la paralización de la producción de proteínas celulares o la respuesta mediada por el interferón.
Menos virulenta, pero no mucho
En las últimas semanas se ha escuchado repetidamente que la variante ómicron es más “débil” que las variantes anteriores. Pero esto no significa que haya perdido toda su virulencia, ni siquiera buena parte de la misma.
Según un último estudio (un preprint no revisado por pares), realizado en modelos animales, la virulencia se ha reducido ligeramente. Además, otra investigación (también preprint) ha confirmado que buena parte de su virulencia y la gravedad causada por esta solamente ha reducido un 27 % el riesgo de hospitalización y muerte con respecto a la variante delta.
De hecho, podemos observar un mayor porcentaje de personas en las UCI no vacunadas o sin inmunidad específica previa frente al virus e, incluso, el fallecimiento de las mismas en comparación con personas vacunadas con las mismas características. Es decir, es en ellas donde se pone de manifiesto la virulencia intrínseca de ómicron.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation